martes, 21 de diciembre de 2010

Autodestrucción.

Después de todo este tiempo haciendo lo que te ha dado la gana conmigo, jugando con mis sentimientos, ¿qué es lo que pretendes que haga?. Te describes como distinto pero créeme que si en algún momento te puedes creer diferente es porque no alcanzas los niveles de madurez que tiene la gente de tu edad. Tu forma de actuar conmigo no ha servido mas que para fastidiar. Me quedo asombrada con tu comportamiento que solo sirve para dar mas fuerza a tópicos reforzados por actitudes como la tuya. Solo tengo una cosa más que decirte antes de que pases a la última página de mi cuaderno, gracias por hacerme pasar esos días tan espléndidos, aunque ciertamente pierden toda la gracia al darme cuenta de que todo era una simple mentira.

martes, 9 de noviembre de 2010

Nunca me olvidaré de ellos. Esos ojos color azúl eléctrico, que te hacían un nudo en la garganta con solo un pestañeo. Cómo lo sabías y cómo lo aprovechabas, tanto es así, que hasta te ponias ropa de colores marineros para que con tus ojos, quedara divino. Tan divino como un angel, pero con una sonrisa que incitaba a hacer cosas que en nada eran para santos. Y bien que las hicimos, ¿verdad, A? La espesa capa de pestañas negras que enmarcaban esos zafiros intocables, que ninguna podía poseer, eran tu don natural. Las noches que pasamos encerrados en tu casita azul, enfrente de la playa, tampoco se irán de mi mente rápido. Los susurros a media noche, las sábanas revueltas y tu y yo. Te di lo que mas guardado tenía y tu hiciste con ello lo que quisiste. Me regalaste momentos de risa y felicidad, si, pero, ¿Qué es lo que me dejas ahora? Un mar de lágrimas, que manan de estos, mis ojos verdes, solo para tí, para tus ojos azules, para tu pelo moreno, para tu sonrisa. Y cada vez que veo unos ojos azules los desprecio, porque no puedo evitar acordarme de tus ojos y de su perfección. Ahora no me digas que no llore, A, porque sigo enamorada de esas pupilas tuyas. Por y para siempre tuya.

viernes, 16 de julio de 2010

"Querido Adrián:
Siempre quise decirte esto, pero nunca supe cómo. Me devané los sesos más de una vez, pensando en nuestra amistad, que se podría perder por una cosa tan boba y repelente como esta. Por un amor que te hace sentir en el aire, revoloteando por ahí junto a los pájaros y los aviones tumbada en una nube. Tuve que dejar de hablarte, tuve que mudarme hasta aquí, Los Ángeles, para dejar de verte. Y me contaron que te quedaste destrozado. Que nuestra amistad era de las mejores que habías tenido y que no sabías que hacer para recuperarla. Y eso me trastornó aún más. Porque con eso me dejaron claro que tu no me querías. Asi que, Adrián, decidí escribirte. Y decirte que te quiero, aunque estemos separados por un océano. Y no tengo nada más que decir ya. Haz lo que quieras, actúa como quieras pero, por favor, no me hagas más daño.
Con mucho amor.
Paula"
No lo podía creer. No lo quería creer. Paula, su Paula, de la que llevaba enamorado desde su dificil adolescencia, lo quería. Y se había ido sin dar explicaciones. Ahora había perdido su oportunidad. Adios, Paula. Te quiero, te quise y te querré.

martes, 27 de abril de 2010

Laura.

A Laura le gustaba andar descalza por la hierba en verano. La playa en cambio, no le gustaba nada. Le apasionaban los libros con más de trescientas páginas y sin dibujos, pero odiaba los libros aburridos. Las bandas sonoras de películas de amor le volvían loca, con sus canciones cursis. Al contrario, las canciones empalagosas la ponían enferma. Era como bipolar. Un día quería a Luis y al día siguiente le dejaba tirado en un bar. No la entendíamos. No queríamos entenderla. Un día estaba alegre. Al siguiente depresiva. No sabíamos que hacer con ella. Y no lo supimos. Se despidió con una carta en la que garabateó un adios, antes de caer inerte al suelo. Adios, Laura. Aún te echamos de menos.

domingo, 4 de abril de 2010

Gonzalo observaba a Clara en silencio. Le encantaba verla dormir, sobre todo con ese minúsculo camisón azúl. Su mano, que acariciaba su pelo rubio, se movía rítmica y acompasadamente, al ritmo de su respiración. La chica soñaba con castillos y princesas, acurrucada en un rinconcito de la cama. Gonzalo decidió interrumpirla. Con las yemas de sus dedos, comenzó a tocar su pequeño pie, buscándole las cosquillas. La chica no tardó mucho en soltar una carcajada.
- Tienes los pies fríos, Clara. Pónte unos calcetines.
- No. A mis dedos les gusta moverse, y con calcetines no están cómodos.
- Joder, Clara, que rara eres, cada día más.
- Anda calla y dame un beso bobo, a ver si se me pasa el frío.
PS: Hoy no tengo foto. Ya conseguiré una.

viernes, 19 de marzo de 2010

Su vestido azul favorito.

El viento mecía las hojas de los árboles, mientras ella corría sin ningún destino concreto en su cabeza. La encantaba la idea de correr sin rumbo, expectante por saber adonde la llevarían sus pequeñas piernas. La alegría se le notaba en la cara, un suave color rosado cubría sus mejillas, y sus ojos destilaban ilusión y felicidad. La pequeña carrera la fatigaba, pero aún sentía que no había llegado a su destino. De pronto paró en seco, intrigada por el lugar donde había ido a parar su lado inconsciente. Ese pequeño parque la sonaba, pero decidió ignorarlo. Miraba a su alrededor maravillada, los pequeños árboles tenían a sus pies miles de flores de todos los colores imaginables, y en el centro del pequeño parque se encontraba un pequeño quiosco de helados. Tenía mucha hambre, pensó, y fue saltando a por un helado. Se sentía pequeña, con el cucurucho en la mano y su vestido azul favorito. Decidió sentarse en uno de los bancos y mirar a la gente pasar. Como hacía cuando era niña. Observaba a la gente con cuidado, reparando en todos los detalles. Uno por uno, los miraba con cuidado, procurando que no la vieran. Después de un rato, un reflejo rubio le distrajo de sus pensamientos. Una mirada le bastó para saber que él estaba allí, y esa idea no le gustaba nada. Dejó el cucurucho en el banco, le lanzó una mirada, y salió corriendo otra vez. Hoy no era el día reservado para él, pensó. Tal vez, nunca fuera ese día.

martes, 16 de marzo de 2010

Hoy no es el día reservado para él.

El viento mecía las hojas de los árboles, mientras ella corría sin rumbo. La encantaba la idea de correr sin rumbo, expectante por saber adonde la llevarían sus pequeñas piernas. La alegría se le notaba en la cara, un suave color rosado cubría sus mejillas, y sus ojos destilaban ilusión y felicidad. La pequeña carrera la fatigaba, pero aún sentía que no había llegado a su destino. De pronto paró en seco, intrigada por el lugar donde había ido a parar su lado inconsciente. Ese pequeño parque la sonaba, pero decidió ignorarlo. Miraba a su alrededor maravillada, los pequeños árboles tenían a sus pies miles de flores de todos los colores imaginables, y en el centro del pequeño parque se encontraba un pequeño quiosco de helados. Tenía mucha hambre, pensó, y fue saltando a por un helado. Se sentía pequeña, con el cucurucho en la mano y su vestido azul favorito. Decidió sentarse en uno de los bancos y mirar a la gente pasar. Como hacía cuando era niña. Observaba a la gente con cuidado, reparando en todos los detalles. Uno por uno, los miraba con cuidado, procurando que no la vieran. Después de un rato, un reflejo rubio le distrajo de sus pensamientos. Una mirada le bastó para saber que él estaba allí, y esa idea no le gustaba nada. Dejó el cucurucho en el banco, le lanzó una mirada, y salió corriendo otra vez. Hoy no era el día reservado para él, pensó. Tal vez, nunca fuera ese día.

Deliciosamente inexplicable.

Me río con ganas al recordar aquella conversación de tarde de domingo.
- Y por qué me elegiste a mi? Había mucha gente en ese bar.
- No seas bobo. Te hubiese elegido a tí aunque hubieran 1000 personas.
Suena el timbre, abro automaticamente, como siempre. Y entonces tus labios sellan los mios, con uno de esos besos que sabes que me gustan tanto, de esos suaves y blanditos. Te mofas un poco de mi reacción y te autoinvitas a pasar, como siempre.
- De qué te reías tanto antes?
- De nada, me estaba acordando de una cosa.
Y me vuelvo a reir un rato para picarte. Tu risa inunda la sala y no puedo evitar quedarme embobada al escucharla. Siempre soñaba con esto, y ahora estaba delante de mi. Y me vuelves a besar, con más cuidado que antes, porque sabes que me vuelve loca que hagas eso. Y me vuelvo a perder en esos ojos de un color deliciosamente inexplicable.

domingo, 10 de enero de 2010

Nieve

Un mal día. Nieve y viento. Un día de mucho frío. Camino por la calle refunfuñando, pensando en cómo no resbalarme y caerme. De pronto, unas manos cubren mis ojos, tapándome todo el campo de visión. Oigo un "¿Quién soy?" y esbozo una sonrisa. Cómo no lo había sabido antes. "Eres tú" replico, poniendo morros y dándome la vuelta para mirarle. Está tan guapo como siempre. Mierda, pienso, y yo con estas pintas. Un momento de silencio. Noto como me observa, y sonríe con todas sus ganas. "¿Qué pasa?" le suelto. Se echa a reír. Me enfurruño y me doy la vuelta para irme. "Lo que pasa es que me encanta que te enfades" me dice divertido. Me río y le abrazo. Odio ser su mejor amiga. Siento sus ojos mirándome, más divertidos aún. De pronto la rutina cambia. Se pone serio y me dice que tiene algo importante que decirme. Le miro y se acerca. Sonríe. Se sigue acercando más y más, pienso cosas imposibles. Esas cosas imposibles se cumplen de repente, cumpliendo mis sueños más profundos. Me besa, con sus labios cálidos y suaves. Me quiere. Y yo le quiero a él. Por lo menos, el mal día ha cambiado de repente. Ya me da igual la nieve.