martes, 9 de noviembre de 2010

Nunca me olvidaré de ellos. Esos ojos color azúl eléctrico, que te hacían un nudo en la garganta con solo un pestañeo. Cómo lo sabías y cómo lo aprovechabas, tanto es así, que hasta te ponias ropa de colores marineros para que con tus ojos, quedara divino. Tan divino como un angel, pero con una sonrisa que incitaba a hacer cosas que en nada eran para santos. Y bien que las hicimos, ¿verdad, A? La espesa capa de pestañas negras que enmarcaban esos zafiros intocables, que ninguna podía poseer, eran tu don natural. Las noches que pasamos encerrados en tu casita azul, enfrente de la playa, tampoco se irán de mi mente rápido. Los susurros a media noche, las sábanas revueltas y tu y yo. Te di lo que mas guardado tenía y tu hiciste con ello lo que quisiste. Me regalaste momentos de risa y felicidad, si, pero, ¿Qué es lo que me dejas ahora? Un mar de lágrimas, que manan de estos, mis ojos verdes, solo para tí, para tus ojos azules, para tu pelo moreno, para tu sonrisa. Y cada vez que veo unos ojos azules los desprecio, porque no puedo evitar acordarme de tus ojos y de su perfección. Ahora no me digas que no llore, A, porque sigo enamorada de esas pupilas tuyas. Por y para siempre tuya.