martes, 8 de octubre de 2013

Noches reversibles.

Llorar es algo malo y bueno. Es malo por las circunstancias en que lo haces (normalmente), triste, solo o estresado por algo. Yo, pequeños susurritos, nunca he llorado de felicidad. No se lo que es eso, con lo cual mis circunstancias nunca son las mejores. Pero es bueno porque desahoga. Te permite liberar esa tensión, esa tristeza y esa rabia acumulada de una manera muy eficaz y un tanto incómoda, todo sea dicho. En mi caso llorar no ayuda mucho, creo que ya he acostumbrado a mi cuerpo a ello. Por eso cuando lloro ya no me concentro en ese problema que me ronda la cabeza, en esa cara que no debería aparecer tanto o en lo que debería decir a esa otra persona. Me concentro en las lágrimas. Gotas de agua salada que resbalan hacia abajo. Que mojan. Que dejan surcos negros (en ocasiones). Y hoy, me ha dado por pensar en ellas y, como no, encontrar una pequeña metáfora.

Pensaba y pensaba... Hay dos tipos de lágrimas. Aquellas que bajan por tu cara dejando un pequeño rastro salado, desgastándose hasta que la gota desaparece y las que caen al vacío. Y no podía evitar compararlas con esa cosa llamada "vida".  Se me ocurría que el primer tipo eran las personas normales. Viven hasta desgastarse, dejando huellas por su camino incierto, hasta que no pueden avanzar más por cuestiones físicas y mueren. Incansables, bajan y bajan hasta encontrar el fin al que están destinadas. Pero... ¿Y aquellas que caen al vacío? Mueren sin más. No pueden sino lanzarse a lo desconocido, a un vacío que les será letal. Este tipo me hacía reflexionar sobre ciertos consejos que una vez alguien me dio. "Lánzate a las oportunidades - decían - y no tengas miedo a lo que pueda pasar." Tonterías. ¿Desde cuándo una persona tiene que ser confiada? Mira esas pobres lágrimas. Lo desconocido puede ser maravilloso, si. Pero puede ser también un error garrafal. 

Después de dar unas cuantas miles de vueltas a esta pequeña teoría la conclusión ha sido clara (y bastante más positiva de lo que yo nunca habría pensado), y es que el miedo no es malo si se tiene en su justa medida, pero no hay que justificar todo con el miedo ni tener un pánico exacerbado a todo. El miedo en su justa medida indica prudencia, en exceso muestra inseguridad. Por ello, y concluyendo, os lo digo, susurritos, sed más valientes pero más miedosos a la vez. Y pensad. Sobre todo pensad. Os vais a evitar mucho mal con esto.


   Hasta aquí llegó el ritual de enfados y canibalismo estúpido... Y hasta aquí puedo leer. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario