martes, 30 de abril de 2013

Amanda

Ojos cerrados y mente en blanco, ya no sabe si por la droga o por el cansancio. Las luces titilan a su alrededor mientras ella se tumba en su cama de reina, un futón con sábanas naranjas. Abre los ojos. Ah, ¡Cómo le gusta esa parte de su habitación! Un techo plagado de fotografías, de recuerdos plasmados en papel. Cada una tiene su historia, y por eso, ella se encargó de escribir cada historia en el reverso de ellas. Así cuando no esté otros podrán vivir lo que ha vivido ella. Pero, ¿Qué hora es? Aún es pronto, se dice. Y sigue mirando su fabuloso techo de cuentos.

Está inquieta. Tiene una sensación rara. Es darse cuenta y una foto se despega del techo y baja planeando despacio hasta su pecho, donde aterriza suavemente. Observa la imagen. Se ve a si misma unos años antes, con el pelo de otro color, más largo y los ojos muy maquillados. Ropa oscura y poco elegante, se ve una pared grisácea llena de pintadas detrás. Con los dientes sujeta un cigarro por encender, en la mano un cubata de color oscuro, probablemente Jack Daniels con Coca Cola. Se está riendo de algo. Pero no se acuerda de esa historia. Da la vuelta a la foto:


         "Verano del 99. Madrid. Te acababan de dar ese cigarro
    después de estar mendigando por todo Callao con un cubata
    en la mano. Te reías porque me compré una camiseta
    sin mangas y me quedaba muy gay. Esa noche fuimos de fiesta
    a Chueca y probaste por primera vez el speed. Después hici-
    mos el amor en el coche. No sabes cómo te quiero, pequeña.
    ¡Espero que pegues esto en tu techo a medio terminar! Es mi
    foto preferida. Feliz cumpleaños Am. Te quiero.
                                                     Alex."

¡Vaya! No se lo esperaba. Se queda paralizada y se le cae la foto al suelo, repleto de ceniza y envoltorios. Cuántos años han pasado ya... Y aún lo echa de menos. Es increíble. Dos lágrimas resbalan por su rostro atormentado, dejando a su paso dos senderos de color negro. Qué bonitos años. Cuánto aprendió de ese chico. Era 5 o 6 años más mayor que ella, tenía algo de barba y era muy alto y grunge. Le inició en el arte del sexo y las drogas. Era su maestro.

Se sienta en el suelo y se limpia la cara. Una lástima que cometiera el error que destrozaría todo y, por tanto, lo destrozó a él. Saca la pistola de la caja donde lleva años oculta, bajo la tercera baldosa empezando desde la izquierda del pasillo. No se arrepiente. Tuvo que hacerlo. Tuvo que matarlo.

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